Me prometí a mi mismo ya no esperar más. Dejar de buscar una señal en el cielo que me haga levantarme. Permitir a mi fuerza fluir y derramarse de mi pecho. Me prometí que cortaría el cordón que me une a las cosas que me debilitan. Que empezaría a vivir. Pero aquí sigo. Igual que antes de que mis dos manos hicieran en vano un pacto de sangre.
Me prometí estar bien. No solo tratar de olvidar las cosas que podrían estar mejor. ESTAR BIEN. Sacudirme el tedio. Huir de la prisión auto-impuesta. Volar tomado de las riendas del viento. Reír. Llorar. Bailar al compás de los susurros de mis pensamientos. Dejar de “ser una hormiga”. Pero aún me sujeto a esta silla. Aunque mis pies quieran correr.
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