1.7.06

Casanuestra

Y nada se movió a pesar del huracán. Ventanas rotas, pero cuartos acomodados. Lluvias torrenciales, pero techos sin agujeros. Esta casa esperó nuestro regreso con la fachada dañada pero el interior intacto. Fiel, aguantó los embates. Porque es nuestra. Ambos firmamos su posesión en las sábanas de mi cama, en un sueño pasado y ya contado. Adentro, sorprendidos de que nada hubiera cambiado, jugamos a lo que siempre y nunca fuimos. Y el clima loco, siempre atacándonos, arrojó, por último, el tornado. Ahora, cimientos arrancados. Pero nuestra casa voló y cayó completa en un mundo nuevo de reglas propias. Donde no hace falta estar vestidos para bajar a tomar el desayuno. Ni estar peinados para seducir. Y donde la ropa interior fue nuestro único protocolo para recibir la visita del tiempo, que se nos fue tan pronto, así como rápido se escurrieron las palabras, que dicen tanto y tan poco, pero casi nada de nosotros dos.