8.4.09

Insomne Soberano

No duermo. La energía que fluye provoca espasmos que me despiertan antes de llegar al hermoso estado de inconsciencia que el sopor exige. La ideas se dispersan por la habitación silenciosa, enmudecidas. Necesitan ser liberadas. La incandecencia química de su roce, pululante, como el foco indicador de un dispositivo atómico, traspasa mis párpados, presuntamente asegurados por las promesas vacuas de una píldora para dormir. Un impúlso eléctrico recorre mi cuerpo. Luego otro. Las sábanas pesan como cadenas. La almohada se hunde en mi cabeza y empuja a las preguntas que se escurren, viscosas, por los oidos. ¿Porqué he de dormir si apenas comencé a sentirme vivo? Luego vienen las sospechas de locura, como un diabólico engéndro, arrastradas al pie de mi cama por el tic-tac del reloj acusador. ¿Qué ha pasado conmigo que no me concilio con lo que sucede antes de que la oscuridad ensombrezca y la luna alumbre? ¿Qué clase de ser posee mi mente, contiene mi espíritu? No soy del día. Las aves que cantan apenas me caen bien. La luz que escapa por la ventana me irrita. Prefiero el silencio. Prefiero el escalofrío que provoca el tropezón de algún ente perdido en un rincón desconocido afuera. Prefiero la extraña satisfacción que produce la dudosa hazaña: ser el ultimo sobreviviente en la casa -o en la cuadra, o quizás hasta a 1000 metros a la redonda. Porto con orgullo el aura oscurecida alrededor de mis ojos, esa dudosa señal de victoria de los de mi especie. De quienes, ingenuos, atentando contra nuestras propias fuerzas, intentamos reducir esa condena naturalmente asignada: un tercio de vida destinado al ensueño. Cierto es que frecuentemente me regocijo, la mañana siguiente, al recordar las historias que mi mente tan chispeante y jocosa generó en su libre albedrío. Aún, si alguien me preguntara, habría de confesar que sería la luna, no el sol, la elegida para atestiguar mi rutina diaria. No el que desnuda cada esquina y revela cada secreto. Prefiero a la luna. La que apenas sugiere. La que prefieren también los mórbidos intereses de dudosas entidades. Elijo a la oscuridad, que me abraza como amante y dispara los latidos de mi excitado corazón, virgen hasta que ella aparece. Por eso no duermo. Lo desconocido, bajo la sombra, le da sentido a mi búsqueda, la alimenta. Cuando todos duermen, el mundo es mío. ¿Cómo podría preferir perderme de esto?

18.9.08

hombrearaña...


Los lazos invisibles que sujeta mi corazón a veces duelen. El clima caprichoso -a veces benévolo, a veces duro- los mantiene estáticos, los estira, los afloja a su voluntad aleatoria, hiperactiva o serena. Los lazos invisibles que sujeta mi corazón se extienden unos metros, otros kilómetros, los menos a universos desconocidos, allá lejos, donde la distancia es tan vasta que no ocupa palabras, pero tampoco impide contactos.


Hoy intento reconfortar con susurros de paz  a mi corazón, lleno de cordones vibrando, revoloteando, cuyos diversos colores no se ven, pero cuyo brillo alumbra, da calor. Con mi respiración calmada busco apaciguar este nido de nudos.  Darle paz, por esta noche, a esos lazos, cuyas dispares longitudes no se adivinan, pero parecieran acortarse ante las eléctricas descargas del recuerdo, el manojo de fragmentos que se reproducen e invocan a voluntad. Eso que somos, con cada complicidad y desazón. Con cada dicha y cada dolor. Con cada cosa que guardamos, olvidamos y también las que quisiéramos, infructuosamente, dejar ir.


Hoy transmitiré corrientes de gratitud. Usaré estos cables etéreos para enviar el mensaje que a veces no logro hacer evidente. Haré cimbrar con emociones lo que nos sujeta. Daré con un pequeño zumbido lo que a cada uno corresponde. Hoy quiero celebrar nuestros vínculos. Llorarles, porque a veces para honrar solo nos sirven las lágrimas.  Hoy quiero sentir cada lazo, cada nudo que carga, gozoso y adolorido, mi corazón. Quiero saborear la distancia que me une a cada uno y pensar, aunque acongoje, que cada lazo se hará mas corto a veces e irremediablemente mas largo aún. Porque los dias transcurren. Porque la gente crece. La vida cambia. La muerte pasa. Hoy quiero, tocando con mis dedos esta arpa infinita de agridulces sonidos, sentir cada fibra y agradecer con cada respiro nuestra unión. Quiero admirar por un instante, y porque a veces se olvida, este intrincado balance.  Estirar la mano  y sentir, solo un momento, la hermosa telaraña que es el mundo.

18.4.08

A Reminder...




Este es solo un recordatorio. Una pequeña llamada de atención. Un manifiesto. De la voluntad de ser un verdadero ciudadano del mundo. Del deseo de ser alguien responsable. De la verguenza que ha provocado este pequeño instante de aceptación. Porque el letargo no puede provocar otra cosa más que verguenza. Basta ya de autocomplacencias. Basta de sometimientos irreflexivos. Estoy harto de ser una marioneta que obedece ya ni siquiera a mis propios, arbirtrarios y egocéntricos caprichos, sino a los de quien sabe que rey sentado en algún sucio y elevado trono. Estoy cansado de seguirle el juego a la civilización. Si la historia algo nos ha enseñado es que la civilidad no es el ideal mas alto, no es el fin mas noble. Que la gente normal no persigue el verdadero bienestar. Que si antes tenian al coliseo ahora tenemos DirectTV y a Britney Spears y a su vagina operada y a sus hijos desgraciados. Eso ya lo sabemos. Que lo que la tele nos muestra no denota ninguna evolución de nuestra parte. Que lo que el radio transmite no da señales de esa teórica superioridad de nuestra especie. Que no vamos hacia adelante. Y aún así seguimos renunciando a un vida con tal de pertenecer al club mas influyente. Sabemos que el mundo compadece, y aún seguimos aspirando a tener el auto mas grande en tamaño y lujo y gasto y efectos devastadores. Nos reimos de la farsa del espectáculo, sintiéndonos por encima de el, y aún queremos unos músculos definidos y una nariz respingada y un cuerpo diminuto cuya mente seguirá habitando el mismo y lamentable lugar en el tiempo y el espacio. Un bulto y la nulidad. Y nos embriagamos cada viernes y asistimos al lugar más concurrido. Y dejamos que todo siga igual cuando llega el lunes. Y el miércoles, y luego el viernes, el viernes que nos toca embriagarnos. No sé qué es lo que nos pasa. No sé que es lo que ME pasa. No entiendo qué juego jugamos. Solo sé que ya no quiero formar parte de el. No quiero tener un buen cuerpo. No quiero ser siempre elocuente. No quiero ser siempre simpático. No quiero gustarle a todos. No quiero gustarle a NADIE. No quiero ser el mas hábil, porque sé bajo qué principios se juzga la habilidad en estos tiempos. No quiero ser popular, porque sé que renuncias exige la popularidad en estas tierras. No quiero ningún éxito porque prefiero conservar mis principios, mis preciados y frágiles principios. Y quiero ser percibido como un mediocre, si mi mediocridad nace de mi renuencia a seguir formando parte de este lío. No quiero ser el gerente segundón de una maquila. No quiero ser el subordinado preferido de ningún imperialista. No quiero saber nada que todos sepan. Prefiero ser algo que nadie puede descifrar. Prefiero ser yo. Ser yo torpe, ser yo panzón, ser yo con mi mal cutis y mi falta de importancia, y la falta del intento siquiera de alcanzarla. No quiero ser quien dice la última palabra ni quien grita mas fuerte. Prefiero ser yo sin dinero y con inocencia. Prefiero ser yo sin carro pero con libertad. Prefiero ser yo, el de la voz baja y los ideales fuertes. Y quisiera ser yo, el ciudadano responsable del mundo. El que no soy. El que aporte algo aunque sea silenciosamente. O por lo menos, el que no perjudique más.

1.7.06

Casanuestra

Y nada se movió a pesar del huracán. Ventanas rotas, pero cuartos acomodados. Lluvias torrenciales, pero techos sin agujeros. Esta casa esperó nuestro regreso con la fachada dañada pero el interior intacto. Fiel, aguantó los embates. Porque es nuestra. Ambos firmamos su posesión en las sábanas de mi cama, en un sueño pasado y ya contado. Adentro, sorprendidos de que nada hubiera cambiado, jugamos a lo que siempre y nunca fuimos. Y el clima loco, siempre atacándonos, arrojó, por último, el tornado. Ahora, cimientos arrancados. Pero nuestra casa voló y cayó completa en un mundo nuevo de reglas propias. Donde no hace falta estar vestidos para bajar a tomar el desayuno. Ni estar peinados para seducir. Y donde la ropa interior fue nuestro único protocolo para recibir la visita del tiempo, que se nos fue tan pronto, así como rápido se escurrieron las palabras, que dicen tanto y tan poco, pero casi nada de nosotros dos.

1.5.06

No Ser Yo

A veces quisiera no ser yo. No es una afirmación lastimera ni cargada de auto-odio. Es solo un deseo lleno de curiosidad. No ser yo, sino alguien más. Alguien que me conozca. Ser el mas viejo amigo. Saber si estas palabras en verdad consuelan. Si esta presencia es reconfortante. Si saben dulces o agrias mis frases. O agridulces, como suelo sospechar. Ser mi madre. Ver si es cierto eso del lenguaje no verbal. Si aplica con ella y conmigo. Si es capaz de darse cuenta de lo mucho que la quiero. Aunque nunca se lo diga. Ser mi padre. Saber si pesa mas su amor hacia mi que su frustración ante no poder entenderme. Ver si corro con mejor suerte que todo lo demás que no comprende y que termina por odiar tajantemente. Ser mi abuela. Saber qué se siente mi abandono paulatino. Si puede ver que el abandono no es olvido. Ser el extraño que se topa conmigo casualmente. Y observarme. Mirar todo aquello que no puede verse desde aquí adentro y que el espejo no es capaz de revelar. Todo lo que mi cuerpo dice sin decir. Todo lo que se puede conocer sin conocerme. Y ver si todo, ahí en el cuerpo de ese extraño, se siente un poco mejor. O exactamente igual. O simplemente distinto. Ser todo aquel que me ha sufrido. Todo aquel a quien he dejado. Todo aquel que me ha hecho sufrir por su incomprensión. Si, hoy quisiera saber quien soy yo, pero desde afuera. Ya no percibir al mundo, sino percibirme a mí con los sentidos del mundo. Contradecir a Descartes. Salir un rato de este encierro mental. Pero ante todo, hoy me gustaría ser tú. Entender finalmente porqué estás conmigo. Si soy fuente de alguna dicha que valoras de manera especial. Saber si mis besos te hacen llegar esos mensajes que con ellos te envío. Si al tocarte presiono las teclas correctas para decodificar tu angustia y convertirla en gozo. Quisiera ser tú, para ver que sientes con un abrazo mío, y todo lo que sigue después. Saber si mi compañía es disfrutable y contundente. Hoy me gustaría ser tú, y eres tú, de todos, quien más me gustaría ser. Porque eres tú, entre todo, quien más me gusta.

1.1.06

Insomnio...

Así que quizá por eso no duermes. No es que tengas una fuente de energía mas potente que los tuyos. La genética no dejó de aplicar en tu creación. No es que seas tan inquieto que la estática posición que exige tu cama te sea intolerable. Todos saben que, cuando de definirte se trata, la “hiperactividad” no es un adjetivo que aplique. No es que el cosmos haya fallado en su distribución del tiempo. Ni que los relojes te jueguen tretas y avancen mas rápido solo por fastidiar. Fallas, sin embargo, si son las que te mantienen despierto. Tu brújula está rota. La incertidumbre no te deja descansar. Y el camino que no recuerdas siquiera cuando y porqué comenzaste a recorrer se torna cada día mas árido y monótono. El desierto al que llegaste por obedecer las señales equivocadas no tiene lecho preparado para ti. Las huellas que has dejado ya no te sirven de compañía… No duermes, y no es que quieras que el día continúe. Es que, por la noche, te da miedo que todo termine y que eso haya sido todo...

15.6.05

Que nada importa...


Que la realidad no existe. No hay tal cosa como el “mundo real”. Todo son instantáneas. Momentos. Juicios. Todo visto a través de un aparato emocional y sensorial. Uno solo. El propio. La lucha por la verdad está perdida. Somos seres irremediablemente solos. Únicos en nuestra percepción. Jamás correspondidos en totalidad. Una hoja caída de un árbol. Nativos de nuestra propia isla. Estudiosos de nuestras propias especies. Poseedores de un lenguaje único e indescifrable para invasores. Somos yo, y los colores, dolores y sabores que he recolectado a lo largo del camino. Una realidad para cada quien. Una creación distinta en ciernes por cabeza. Una obra de arte en potencia.

Que Dios es solo un pretexto para hacernos sentir menos vulnerables. El seguro de la puerta. El cinturón de seguridad del auto. Posiblemente no nos salven. Pero apagan nuestras tendencias fatalistas; el desasosiego que produce la incertidumbre. Un ladrón diestro entra a una casa aunque esta tenga miles de cerrojos. O puede decidir no robar, al azar, aquella que, aunque no lo sepa, ni siquiera se encuentra “asegurada” por medio de candados. La decisión, el sentirnos falazmente protegidos o el confiar nuestros destinos a la suerte, es lo de menos. Son solo dos puntos, cada uno situado en un extremo opuesto de la línea. El debate sobre la existencia de Dios es tan útil como el enigma del huevo y la gallina. Decidiré yo mismo si pongo el cerrojo o si dejo la puerta abierta. Y, lo que decida, nadie se atreva a discutirlo.

Que no es verdad que somos la raza superior. Solo una versión magnánima de todo lo demás. “The Animal Kingdom Reloaded”. “The Plants and the Trees Vol. II”. Hormigas grandes que casi invariablemente continúan el rumbo de sus predecesoras. Polillas que siguen la luz sin importarles si “la flama es real”. Victimas de nuestros instintos. Predadores acechando a la próxima victima. Bestias defendiendo sin tregua lo que sentimos como propio. Frutos indefensos a punto de ser arrancados por una mano fuerte y violenta. La raza superior, dicen. Nuestro lugar en la cima de la cadena alimenticia es menos un privilegio que una mera característica. Y hoy, desprovisto de la supuesta superioridad de mi especie, podré saborear, tan desvergonzadamente como el perro de mi hermano, de lo poco que tengo. La vida antes del fin. Este respiro…

Que el arte es un espejismo. Tu pones la obra. Yo digo “arte” o “no arte”. Que los rayones son arte. Que el paisaje no lo es. Que era al revés. Que ese gemido no puede serlo. Que ese vibrato si lo es. Que aquella maraña tiene que serlo. Que esta línea recta, jamás. Y nosotros decimos que es arte. Y los otros dicen que no. ¿Y porque sí? Porque sentimos que la piel se eriza. Que el corazón se acelera. Que los sentidos se embelezan y los ojos se humedecen. ¿Y porque no? Porque a aquellos no se les movió ni un pelo en presencia de la obra. De esa pequeña reproducción de la realidad. De esa “realidad” inexistente mas allá de nuestra propia individualidad... Un espejismo. El arte es un espejismo en el que cada quien pone su propio oasis. Fascinantes y movedizos puntos en los cuales fijar nuestras inquietudes y necesidades.

Que somos nuestros propios enemigos. Nadie boicotea mejor nuestros actos que el subconsciente. Los autoterroristas. Los saboteadores… Equilibrio. Cuando mas, una falacia (si no hablamos de básculas para tortillas). A los que les sobra pasión, les falta autocontrol. A los que les sobra razón, les falta arrojo. Por eso Kurt Cobain terminó suicidándose. Por eso otros terminaremos viviendo hasta el fin de nuestros días, por causas naturales, una vida que no es la que hubiéramos deseado vivir. Por eso siempre falta, o sobra, o falla, o explota algo. Pero siempre habrá una migaja que nos proteja de la carencia. Una cama debajo de la cual esconder la abundancia. Un chicle con el cual remendar una falla. Un paraguas con el cual cubrirnos de los residuos de la explosión. Si, también somos buenos aplicando la autoindulgencia…

Que no soy bello. Que mi naciente barriga es tan excitante como las mentes de aquellos que invierten mas de dos horas diarias en un gimnasio. Que mis vellos púbicos son tan abundantes como quienes aún después de cirugías plásticas no logran quererse a sí mismos. Que mi uniceja es tan sexy como como nutrido el espíritu de Paris Hilton. Lo digo yo. Yo que he sucumbido ante los encantos de narices mas chatas que mi dedo pulgar. De cabezas mas amorfas que las tortillas de Don Güero. De dientes tan derechos como el camino a Majalca. Yo, que, con barriga naciente, vellos púbicos abundantes y uniceja coronando la mirada, he sido objeto de ruborizantes piropos. Lo digo yo, que no soy bello. ¿Y quién necesita serlo?

Que eso del amor es un contrato. Matemáticas. Un juego de sumas y restas. “Me falta aprecio por mi mismo, me das adoración desmedida y degenerada”. “Me falta seguridad, me das autoritarismo”. “Me falta sentido, me das problemas que resolver”. “Me falla la razón, y a ti también”. ¡Pum! La ecuación perfecta. Nada de niños desnudos lanzando flechas. Nada de naranjas partidas a la mitad que se juntan de nuevo. Cada quien, su propia formula. Cada par, un cocktail de vacíos, cualidades y complejos. El balance perfecto entre dulzura y amargura. ¿Y qué? La vida misma, con sus reglas, posibilidades y limitaciones, no es mas que un enorme campo de juegos. Que empiece el partido…

Que no es verdad que existe la nobleza. Que todo gesto de desprendimiento es siempre seguido por una retribución. No nos deshacemos de esas monedas porque pensemos que con ello resolveremos la vida del anciano, el payaso o la niña. Esas monedas nos permiten sentir nuestra propia bondad en todo su esplendor. Pavimentar nuestro camino al cielo. Los leprosos le dieron a Teresa de Calcuta la capacidad de cumplir su destino, de responder a ese llamado (interno dicen unos, divino diría ella). Si la fuerza de esa convicción fuera menor a su miedo ante la lepra hoy no tendríamos una Santa más. La filantropía es una negociación. Nada de espiritus altruistas. Nada de glorias ganadas. A veces damos y a veces nos dan. Así son las cosas. Y aún así, en ese proceso, ambas partes se benefician. La transacción carece de divinidad, mas no de magia.

Que nada importa. Que la realidad no existe, pero tengo la posibilidad de moldearla. Que Dios es un pretexto, y que a los pretextos algunos los necesitan. Que no somos superiores, y no necesitamos esa responsabilidad. Que el arte es un espejismo, y los espejismos son hermosos. Que somos nuestros mayores enemigos pero también nuestros mejores indulgentes. Que el amor es un juego, y que a todos nos gusta jugar. Que no soy bello, pero tampoco me faltan encantos. Que no existe la nobleza, pero si los beneficios mutuos. “Que nada importa”. Que no todo era como me lo contaron. “Nada importa”. Qué pensamiento tan terrorífico, pero tan liberador…